Salamina: Esquinas, balcones y trayectos

Entre fachadas que guardan historias, tejados que miran a la montaña y calles llenas de vida, Salamina se revela como un lugar donde el tiempo se detiene y la esencia permanece.
En esta serie, recorro sus esquinas, su arquitectura viva y la gente que, con paso firme, le da movimiento a la tradición.

Centro y símbolo. La Alcaldía de Salamina no solo marca la esquina física del pueblo, también encarna su historia en cada pared, cada cartel conmemorativo, cada sombra que cae sobre su fachada rosa.

En los balcones cuelgan macetas que hablan de cuidado y memoria. El juego de la sombra recortada en el muro blanco le da ritmo a una arquitectura que nunca se impone, pero siempre se muestra.

Una figura solitaria desciende por una calle de fachadas coloridas. La escena es simple, pero llena de sugerencias: ¿quién es?, ¿a dónde va?, ¿qué ha visto ya esa calle empinada?

Desde lo alto, la vista de Salamina mezcla lo construido y lo natural. Un tejado, un trabajador, y al fondo las montañas: capas superpuestas de historia, esfuerzo y paisaje.

Una chiva cargada no solo de gente, sino de costumbres, frutas, herramientas y vida. Es el transporte rural convertido en símbolo. Lo que para unos es rutina, para otros es relato.

Salamina no necesita artificios para ser fotogénica. Cada esquina, cada sombra, cada gesto en la calle parece contar algo. Este recorrido visual es apenas un intento de guardar un poco de ese espíritu antes de que se diluya en la próxima curva.

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